Conozca a la familia Grissom
Esta historia fue escrita por Lindsay Grissom en nombre de su familia.
Te presentamos a Chad, Lindsay y Harrison. Procedentes de Colorado Springs, este era su segundo año en el Campamento Familiar.
“A Harrison le diagnosticaron diabetes de tipo 1 con sólo cuatro años. Nuestro mundo cambió de la noche a la mañana. Como familia, sólo teníamos dos semanas para asimilar todo lo que pudiéramos sobre el tratamiento de su enfermedad antes de que Chad se desplegara durante nueve meses. Eso me dejó a mí, Lindsay, sola con Harrison, aprendiendo a mantenerlo con vida cuando era tan pequeño y frágil.
Aquellos primeros meses fueron increíblemente difíciles. Hubo muchas noches sin dormir, muchos momentos de miedo e incertidumbre. Pero me comprometí desde el primer día a aprender todo lo posible para asegurarme de que nuestro hijo no solo sobrevivía, sino que prosperaba de verdad. Cada momento se convirtió en una oportunidad para comprender mejor sus necesidades, sus cuidados y cómo abogar por él. Ha sido un viaje duro, pero también de fortaleza, crecimiento y amor.
Estar en el campamento y conocer a personas que viven experiencias similares es reconfortante y fortalecedor. Por primera vez, no éramos los únicos que nos enfrentábamos a los retos diarios de la diabetes de tipo 1. Había una sensación de comprensión instantánea, sin necesidad de explicar las pequeñas cosas, porque todo el mundo lo entendía. Hay una sensación instantánea de comprensión, no hay necesidad de explicar las pequeñas cosas, porque todo el mundo lo entiende. Es emocionante ver a Harrison rodeado de niños como él, niños que se controlan el azúcar en sangre, cuentan los carbohidratos y llevan bombas. Aquí no se siente diferente, se siente visto, apoyado y normal. Y para nosotros, conectar con otros padres que han pasado por los mismos altibajos ha sido increíblemente curativo. El campamento es algo más que un descanso, es un recordatorio de que no estamos solos en este viaje.

Venir al campamento en familia es realmente especial. Es uno de los pocos lugares donde podemos respirar hondo y sentirnos completamente comprendidos. Por una vez, no tenemos que dar explicaciones sobre la diabetes ni preocuparnos por ser diferentes: aquí todo el mundo lo vive también. Podemos pasar tiempo juntos, relacionarnos con otras familias y simplemente estar sin la presión constante de tener que arreglárnoslas solos. Para nosotros, como padres, es curativo, y para Harrison es reconfortante ver que no está solo. El campamento nos acerca no solo como familia, sino como parte de una comunidad más amplia que comprende realmente nuestro viaje.
Mi momento favorito de este fin de semana fue ver a todos estos niños -cada uno tan único, pero conectados por esta parte compartida de sus vidas- creando lazos de forma tan natural. Verlos reír, jugar y apoyarse mutuamente sin tener que explicarse su diabetes fue increíblemente conmovedor. Me recordó que, aunque este diagnóstico puede aislarte, hay toda una comunidad que recorre el mismo camino, y esa conexión es poderosa.
El campamento ha sido la oportunidad más increíble para que nuestra familia crezca más unida y se conecte, no sólo entre sí, sino con toda una comunidad que entiende nuestro viaje. Este lugar es algo especial, y nos sentimos tan bendecidos de formar parte de él.”